Donde todo comenzó * (libre)

Una dragona blanca miraba frente a ella el gran templo que elegantemente se alzaba en las tierras volcanicas. Las paredes de cristal reflejaban el brillo del sol en todas direcciones, en algunas paredes podían observarse los siete colores del arco iris mientras que en otras podían observarse el interior del lugar. Escalinatas largas de piedra obsidiana, producto de la lave seca, talladas con escrituras y símbolos draconianos. En el interior de aquél importante lugar se encontraban algunos objetos de valor casi sagrado y las imágenes de aquellas cosas que los dragones creían verdad. Entre ellos se encontraba la constelación Draco.

Los ojos brillantes de la gran creatura lo miraban todo con cuidado y objetividad. O al menos eso intentaba. Era sumamente complicado mantener una mente razonal y objetiva en un lugar que tanto daño le había causado hace 500 años. Los volcanes, dormidos , latentes o activos que decoraban el horizonte, el aroma de fuego, azufre y aire fresco en incluso el mismo brillo procedente del templo eran el escenario perfecto para recordar aquella tarde.

Se encontraba sentada, inmóvil, desde hace casi 2 días. No había cambiado su postura ni buscado alimento alguno para su cuerpo en aquél tiempo. El sueño no existía en aquella forma que utilizaba ahora, otras necesidades suplicaban ser saciadas, pero aquella fuerza de su mente era mucho más poderosa. Había estado observando ese templo, tan poco visitado en los últimos años, con una intensidad incomprensible para sus hermanas. Pero nunca había estado tan cerca de él nuevamente... Durante esos 5 siglos de silencio había deseado fervientemente olvidar y creía ser lo suficientemente fuerte para controlarse de visitar aquél lugar de nuevo. Sin embargo ahí estaba, desde hace dos días, mirando las vacías paredes y esa belleza terrenal que sólo podía causarle horror y sufrimiento

La dragona no podía percatarse de nada más que de sus recuerdos y memorias. En su mente las estrellas callaban pues miraban en torno al otro lado de aquél mundo que tanta facinación les traía.

Una presencia ajena a la arena, el viento y el sol que la había rodeado durante aquellos días envolvió sus sentidos. El aroma cargado por la suave y casi imperceptible brisa, los pasos moviendo la arena suelta y seca debajo de ellos... una respiración constante, ajena a la propia. Sus instintos terrenales y previo conocimiento de la raza terrestre la insitaban a virar y mirar al recién llegado, pero su mente estaba ocupada analizando cada segundo de aquél día en que todo había comenzado.

Así pues, sus músculos se tensaron, sus garras se encajaron en el suelo como mera precaución. Su respiración tomó una velocidad un poco más acelerada al igual que el palpitar de su corazón. Pero sus ojos no se movían de aquella estructura artificial de cristal.

- A que vienes?- preguntó la dragona en lo que parecía un gruñido. Su voz estaba seca después de aquel tiempo sin pronunciar palabra ni beber agua.

La dragona entonces detuvo su silenciosa observación de aquellos muros. Su mente, ante una nueva curiosidad, dejó de girar en torno al doloroso pasado. Con aquellos ojos de apariencia metálica midió al elfo, recién llegado a aquellas planicies.

- Vienes a honrar a los caidos en batalla...- repitió la dragona, un tanto harta de que esas fueran las constantes intensiones de otros guerreros hacia sus amigos caídos - Te das cuenta de que si dejaran sus guerras absurdas y escucharan a los astros podrían también evitar visitas de este estilo?-

Con un gesto de su gran cabeza señaló la armadura que usaba, implicando igualmente las miles de armas que probablemente cargaba con él. Todos los guerreros eran iguales... matar sin importar quien fuese su enemigo, sin importar nombre o importancia en la vida de otros.

- Se pasean con esas armaduras suyas, blandiendo espadas en lugar de usar sabiamente las palabras, derrochando sangre en lugar de paz y después tienen los pantalones de acercarse a un templo, sagrado como es para ustedes, a visitar a otros que como tu cometieron terribles errores en lugar de buscar la paz- las palabras que pronunciaba eran duras, sin duda alguna, sobretodo para alguien que había sido parte de batallas por igual. Sin embargo se expresaba dolida y con la verdad de siglos de observación - Si quieres en verdad honrar a los caídos en batalla, a mis hermanos dragones al menos, crea paz y destruye el odio-

Sky no supo entonces que responder. Las palabras que escuchaba provenir de aquél joven no eran para nada las que esperaba. Si bien ella sabía que existían seres sabios, pacientes y tolerantes como muchas de sus hermanas, y en ocasiones ella misma, no había encontrado antes a alguien que lo demostrara tan abiertamente.

Un poco mas tranquila, al notar que no pretendía lastimarla con armas, sino que quizá con palabras, los musculos de la gran creatura se relajaron notablemente y su respiración tomó un ritmo más tranquilo. Más serena volvió a mirar al elfo, tomando los detalles de su armadura esmeralda y su cabello castaño y convirtiéndolos en memorias que más adelante podría ver nuevamente. Después de todo este viaje duraría poco y debía saciar todo lo posible si infame curiosidad.

- Has dicho que portas tu armadura por una maldición- repitió con voz más suave, retornando sus ojos al templo que había estado observando antes de la interrupción - A qué te refieres con aquello?-

OFF:

La dragona lo miró unos momentos mas, intentando comprender mejor a aquél guerrero que parecía comenzar a usar su cabeza para algo mas que planear batallas. Ciertamente había cometido algún error que lo guiaba ahora a ver las cosas con nuevos ojos. Aparentemente no era ella la única que sufría la pérdida de un ser querido y amado.

- Si tu compañero caído en batalla era un dragón, y si siguió las enseñanzas de otros más sabios y antiguos que él, entonces seguramente se encuentre en las constelaciones- muy a su pesar sonrió un poco, después de todo ella misma era la encarnación de todas aquellas almas draconianas que habían alcanzado la paz después de ser juzgadas por su comportamiento en la tierra... y sin embargo sus memorias habían desaparecido en el gran todo formado por los recuerdos y vitalidades fundidas en los astros - Si al contrario no consiguió seguir las normas establecidas por el mismo cosmos entonces su alma se ha perdido en la nada del universo. De igual manera no quedan más razones por las cuales preocuparse. Su memoria vivirá en ti el tiempo que tu lo desees o hasta que tu muerte te alcance-

No fue hasta más o menos ese momento que se percató del hambre y sed que la habían estado atormentando, en el fondo de su ubconciente, hasta esos momentos.

La dragona miraba al joven elfo que se presentaba a ella; la atención de su mirada, sin embargo, no era ni siquiera similar a la profundidad que había enfocado a aquel templo desierto de vida.

- Skysong- respondió ella bajando la cabeza mientras cerraba los ojos para presentarse correctamente, escuchando las palabras de Svernt traídas por el viento que cosquilleaba su espalda y levantaba la arena que encontraba a su paso - Mi mirada no se había posado en este sitio desde hace más de 300 años... y los últimos días me he encontrado aqui, esperando que algo haya cambiado sin resultado alguno..-

La realidad esque había sido en ese preciso templo donde había visto por primera vez a quien, en ese instante, le había parecido una terrible paria que la seguía por la tierra. Era a duras penas la tercera vez que se dignaba a bajar del cosmos a la tierra y la primera vez que una creatura terrestre sospechaba su procedencia. Fue asi como había conocido, en aquel templo dedicado a las almas de las creaturas que la formaban donde el inicio de su terrible tortura eternal comenzaría y el lugar no había cambiado en nada desde aquél día. Simplemente se sentía más vacío, más lúgubre y triste debido a los recuerdos que ahora la invadían.

- Nada cambia únicamente por deseo- continuó su tren de pensamiento, como si nunca hubiese escuchado al chico hablar - Las almas partidas no volveran por más deseo que exista-

Sonrió al chico, mostrando todos sus dientes de perla, sus ojos casi metálicos contenían una mezcla curiosa de sarcasmo y admiración. Claro que había escuchado las palabras del joven elfo. Ese era uno de los trabajos de las estrellas, escuchar lo que se les decía pero eran pocas las veces que las palabras que se les pronunciaban eran sabias, y mucho menos las veces que daban directo al clavo a sus pensamientos.

- Tu has perdido a tu amor- murmuró la dragona aún mirando al chico - Tu, mejor que nadie, comprendes que los buenos recuerdos son aún más dolorosos que los malos cuando se enfocan en un tema tan delicado como lo es la pérdida de alguien amado-

- Esa es justamente una de las pocas razones por las que mis hermanas y yo miramos esta Tierra- murmuró con una sonrisa propia, levantando ahora su mirada al cielo pálido - Es difícil convencerlos a ustedes de perder la esperanza-

Sus últimas palabras no fueron acompañadas por el silencio usual. En lugar de eso su estómago, ya harto de aquél ayuno tan largo e innecesario, hizo su propia expresión verbal de sus sentimientos. La dragona entonces miró hacia la fuente de aquél gruñido que no podría ser confundido por nada más que lo que era: hambre.

- Han sido tres largos días- observó la dragona con algo de vergüenza - Dime Svernt, te gustaría acompañarme?-

La dragona entonces se pudo de pie, el polvo de la arena que se había quedado atrapada en su cuerpo tras tantos días de reposo se despegó de ella formando una nube a su alrededor. Sus hermanas gritaban en su cabeza que debía ser más precavida, pero ya había tomado su decisión. Estiró sus alas, acompañadas de un tronar de sus huesos ya entumecidos en el lugar, y finalmente se dio una sacudida general.

Una vez terminado aquello giró su rostro nuevamente al del elfo.

La sonrisa de dientes afilados y brillantes se mostró nuevamente. Una sonrisa que para alguien que no conociera la verdadera pasividad de aquella dragona habría sido quizá una amenaza o una razón de miedo; después de todo ni siquiera sus ojos transmitían algo más de paz, plateados y casi métalicos como eran.

- Muy bien, entonces sube a mi espalda y sujetate bien- ordenó bajando un ala como si fuese una rampa - Hace mucho tiempo que no llevo a alguien en mi espalda y he perdido un poco la costumbre-

Esperó entonces a que el joven elfo, pues parecía no cargar con demasiados años de experiencia en la espalda, tomase su posición y le indicara que estaba listo para despegar. Necesitaba buscar un lugar donde encontrar algo de comer, quizá incluso para compartir con el chico.

((Sorry por la tardanzaaa y perdon tambn por la falta de palabras >.> toy medio seca de ideas))
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En el instante en el que escucho al joven elfo decir que estaba preparado para el viaje, las grandes patas de la dragona golpearon la arena debajo de ella con un fuerte "thud" que los lanzó a los aires. Sus alas no se abrieron, sin embargo, hasta que la fuerza de gravedad comenzaba a atraerlos nuevamente a la tierra. Una vez abiertas no hubo tiempo para esperar nada más. Los poderosos músculos de su cuerpo comenzaron a levantarlos por los aires, cruzando sin problema la poca distancia que los había separado del templo ante el cuál había guardado vigía y por el desierto. Una onda de calor los elevó más sin que la dragona opusiera resistencia alguna; en lugar de ello se dejó cargar por las corrientes, planeando como las águilas el cielo azul.

- Supongo que no sabrás de un buen lugar para cazar cercano- murmuró al joven en su espalda. El sonido de sus palabras podía casi sentirse en la vibración de su cuerpo y a pesar del aire que golpeaba sus rostros, no había manera de ignorar las palabras de la bella creatura.