Fantasmas del pasado -Libre-

La hermosa y esbelta guerrera Saiyajin, ídolo de la juventud, ícono de la justicia, el bien y lo correcto, yacía a unos metros de donde aquel hombre de rasgos lupinos y larga cabellera plateada dormitaba. Tras la batalla feroz que había librado con aquella joven, hermana de raza de la esbelta mujer, Xezert había decidido pegársele por un tiempo. Estaba sumamente intrigada y picada por la curiosidad de conocer más sobre ellos, los Guardianes de la Luna.

En su mente seguía fresco el recuerdo de la pelea. Era un Ki gigantesco, nunca había percibido nada igual venir de una persona. Cuando llegó al lugar casi se quedó petrificada: Estaba el lobo parando con sus manos desnudas una enorme esfera de pura energía. Su cuerpo estaba malherido y cansado, y sobre un peñasco se encontraba ella: La Súper Saiyajin Legendaria, riendo como una loca mientras mandaba más y más energía hacia la esfera, quizás inconsciente de que su ataque podría hacer explotar el planeta entero. Tuvo que emplear su máximo poder, la peligrosa transformación a Súper Saiyajin 3, para derrotarla en un choque de energías entre aquella esfera y un Súper Kamehameha. A pesar de la enorme cantidad de energía que la chiquilla desprendía logró devolverle el ataque, que la envolvió y la lanzó muy lejos de ahí. Lo que había sucedido despues con ella lo ignoraba, pero una vez que estuvo fuera de peligro cayó de rodillas, su larga cabellera rubia y erizada volvió a ser negra cobriza. Jadeaba y sudaba pesadamente; estaba cansadísima, como nunca lo había estado desde su nacimiento. No sentía el Ki de aquella chica por ningún lado. Estaban a salvo.

La guapísima súper modelo se estaba terminando una cerveza más cuando notó que el licántropo despertaba. Se levantó y se acercó a él, sonriendo.

- Ya era hora, has estado dormido bastante más rato de lo normal. Me estaba empezando a preocupar... ¿Qué te sucede, Specchio? -

El gesto de aquel hombre de rasgos lupinos denotaba confusión, melancolía. La Saiyajin suspiró y se llevó las manos a la cintura. Specchio había tenido otra pesadilla más, le empezaba a preocupar eso.

- Oye... ¿Te encuentras bien? -

La bella chica de esbelta y atlética figura se acercó a él, en su rostro suave y de tiernas facciones se advertía un gesto de pena y preocupación hacia el licántropo. Temía poder molestarle con esa actitud, pero no podía evitarlo; parte de ella era así. Una mitad entera de ella era así. Al verlo desvanecerse y caer a la yerba lo atrapó con un rápido movimiento para evitar que se golpeara y lo ayudó a recargarse cuidadosamente contra aquel gran árbol bajo el cual había descansado toda la larga noche. Podía percibir el Ki de Specchio, era mucho más pequeño y débil que cuando lo había visto por primera vez. Era extraño, no podía ser que le estuviese tomando tanto tiempo sanar de unas heridas como las que había sufrido en la brutal pelea contra la Súper Saiyajin Legendaria.

- De verdad no te ves muy bien... ¿Cómo te sientes, necesitas algo? -

Inquirió alzando una de sus largas cejas con auténtica preocupación. Cuando su lado masculino, tosco e inhábil para los cuidados y el cariño no salía a flote, era una verdadera princesa, tierna y preocupona. Se sentó a su lado abrazándolo cuidadosamente y recargando su cabeza en el hombro ajeno. Por más que tratase no podía evitar sentir algo de lástima por él; la culpa, además, la embargaba de una manera atroz. Si tan sólo hubiese llegado antes... ¿Cómo pudo ser tan torpe y descuidada? Ese Ki tan enorme podría haberse sentido en cualquier parte del mundo. ¿Cómo pudo ser tan idiota y confiada?

- Si necesitas algo, dímelo, haré lo que sea para que sanes prontito. ¿Tienes hambre, quieres que te haga algo de comer? -

Alzó sus ojos negros como la noche hacia el rostro lupino de asombrosa belleza varonil que poseia Specchio. Estaba dispuesta a lo que fuera para que el licántropo mejorara, ignorando por completo el mal que le aquejaba de verdad. Intuia que algo no iba bien, no era normal que un ser de su raza se estuviese recuperando a un ritmo tan lento. La curiosidad empezaba a ebullir dentro de la bella y esbelta joven.

- Specchio, ¿qué tienes? No es normal que estés tardando tanto en curarte... -

La chica de larga cabellera negra y hermosamente lacia se dejó acariciar por la mano dura y varonil de Specchio, incluso acurrucándose de manera tierna en ella. Le miró de reojo con una sonrisita; sus mejillas se ruborizaron ligeramente, en señal de que le agradaba aquel trato tan agradable hacia ella. Eso la ayudaba a serenar su sentimiento de culpa, sentir algo de cariño, de aprecio... Era algo sumamente cursi, pero así era ella, era parte de su ser, de su naturaleza. Una mitad de su persona era un guerrero feroz e implacable; pero a pesar de ello la otra mitad seguía siendo la de una princesa sencilla, quizás hasta mimada, pero demasiado tierna y cariñosa. Sin que el licántropo de larga cabellera plateada como la luna le dijera nada, la joven se recostó sobre su regazo, acurrucándose ahí y cerrando sus ojos. Se sentía bastante cómoda y alegre, incluso cerró sus ojitos negros y suspiró... Pero al escucharle decir aquellas palabras se levantó, mirándole al rostro algo sorprendida; sin darse cuenta, había sólo un pequeño espacio entre su rostro y el de aquel caballero lupino.

- ¿Hacerlo? ¿Te refieres a transformarte en Aüre? -

Inquirió de manera inquieta, casi reprochante. Aquel ser, Aüre Fenrir, el licántropo siniestro, era el perfecto ejemplo de todo lo que la Saiyajin repudiaba; no podía soportar la energía maligna que despedía aquel sujeto. Sin embargo, quizás sería para bien de Specchio... Y Xezert ya no quería verlo lastimado, ni tampoco quería lastimarlo ella combatiendo contra Aüre. Se mordió un labio y se sentó sobre la yerba haciendo un ligero puchero de inconformidad.

- Está bien... Si eso te ayuda a sanar... Pero sólo prométeme una cosa... -

Y de nuevo lo miró al rostro, se notaba algo molesta por tener que admitir aquella acción, pero le podía más su sentimiento de cariño y protección hacia Specchio; era por eso que iba a ponerle una condición.

- Prométeme que... No tendré que hacerle daño a Aüre... No quiero herirte... -

La guerrera morena esperó con una mejilla inflada en puchero a que el licántropo se transformara, más para su sorpresa este soltó una risa... Y después, como un tierno cachorrito, se acurrucó en el regazo de la muchacha, acomodándose en sus muslos cubiertos por aquel mágico pantalón de manta blanca impecable que había aparecido como resultado de la fusión que le dio la vida. Las mejillas de Xezert se ruborizaron intensamente, y toda seña de queja o molestia fueron reemplazadas por una de asombro y contento. Llevó una de sus manos a la plateada cabellera del lobo, acariciándolo delicadamente. Se sentía contenta, más que nada porque no se transformaría en aquel ser que su naturaleza no podía soportar. Era tan agradable estar así, era algo que la reconfortaba muchísimo; todo habría ido de maravilla sino hubiera escuchado aquella comparación. Bufó molesta cruzándose de brazos, más no lo quitó de su regazo por temor a lastimarle; sin embargo, estaba muy encabronada.

- Pues sí, está mal que lo digas. -

Dijo con celos y enojo, sin querer mirarle siquiera. La mención de aquella otra mujer, la comparación, era algo que le enfadaba muchísimo; quizás porque ella quería ser la única para él, que no pensara en otra, pero quizás era mucho pedir...

La bella guerrera morena alzó una ceja en un gesto de pena y comprensión por el licántropo al escuchar esas palabras. Llevó una de sus manos a la plateada cabellera de aquel hombre, acariciando delicadamente detrás de una de sus orejas; quizás no debía ser tan dura con él, al fin y al cabo, y hasta donde ella sabía, Specchio no solía aparecer mucho, dado a su "otra personalidad", o más bien, a aquel otro ser que vivía en su interior.

- Está bien, te perdono. -

Dijo con una sonrisa sin dejar de acariciarle. Imaginaba que hacía eso le provocaría alguna sensación de comodidad, como solía pasar con los perritos pequeños; y efectivamente, vio con gusto como movía de lado a lado su cola de lobo plateado, sonriendo con mucha ternura ante aquello. Los redondos ojos negros de la princesa ídolo de la juventud se posaron en los del guerrero guardián de leyenda, casi perdiéndose en ellos por un instante. Le provocaba tanta paz y ternura, tanto cariño... Suspiró como si fuera una jovencita de catorce años enamorada de un caballero de brillante armadura, y en un tenue hilo de voz, susurró.

- Ojalá te quedaras así por siempre... Specchio... -