Capítulo II: El viejo nuevo mundo -Marte, Libre-

El sol estaba en alto. Por la calle, muchos volteaban a ver a Hartmann con curiosidad, mientras este los ignoraba con un creciente mal humor, solviéndose con la maravilla de aquella bella ciudad antigua. Llevaba su abrigo puesto por encima de los hombros, sin meter los brazos en las mangas. Su maletín, bien asido por su mano recia y delgada, y su fiel Revolver a la cintura.

-Muy bien, Marte- Dijo, mirando a su acompañante. - ¿Qué me mostrarás primero?

Preguntaba con firmeza, aunque por dentro se sentía como un niño en una dulcería.

-Pues- *Se rasca la barbilla* -esa es una buena pregunta...-

*Deja el pulgar en una mejilla, y con eñ índice hacía una "L" dejando el dedo medio en la punta de la barbilla pensó un momento*

-Bien, me parece- *Divisó un buen lugar para comenzar, por lo que Hartmann mencionó acerca de la bebida*

-¿Qué te parece aquí? "la taberna del dragón azul"-

Hartmann, al escuchar la palabra "Taberna", empezó a desencantarse.

-Una taberna... ¿Una Taberna?- Y empezaba a exaltarse - ¡¿Vine hasta el pasado para que me enseñes una taberna?!-

Pero una vez que vió el lugar, el embeleso le empezó a regresar. Cuando la vió entendió por qué su nombre era "La Taberna del Dragón Azul"; La fachada del local estaba hecha de la osamenta de lo que su ciencia conocía como "Un reptil excesivamente grande".

-Marte- Dijo, con una sonrisa- Buen trabajo.-

-Por la expresión en su rostro, Hartmann, me atrevo a pensar que, en su tiempo los dragones ya están extintos, ¿verdad?-

*Una risa apagada resopló de sus labios, al tiempo que veía satisfecho la estupefacción de su acompañante*

-Si, acertaste. En el futuro los dragones, junto con muchas otras especies, se encuentran extintas.-

"Sería maravilloso tomar una muestra y analizar a cada una de ellas", dijo para sus adentros. Miró fascinado los enormes huesos que formaban la fachada de aquella taberna. La música, los gritos, las risas, todo era idéntico a una taberna de su época. Pero esos huesos... Simplemente fascinantes.

-¿Y bien?- Preguntó el profesor, mirando a Marte- ¿Cual es el plan?-

-Ambos somos investigadores, así que, sé que se muere de ganas por analizar esta estructura osea, asi que, ¿Qué le parece si entramos por unos tragos primero, y luego le ayudo a tomar una muestra del esqueleto?-

*Le da una palmada en la espalda, y le sonríe a diente pelón*

-Venga, un trago le caerá perfecto compañero, usted se ve que es de buen tomar, y no tendremos Wisky como usted mencionó al llegar, pero, ay buen vino, y canciella que de seguro le gustará...-

Hartmann sonrió complacido. Asintió lentamente con la cabeza y entró a la taberna sin decir nada. Miró a su alrededor con fascinación; Duendes, Elfos, Licántropos... Toda clase de creaturas extintas en su época, que solo pertenecían a cuentos de hadas, estaban ahí reunidas, en las mesas o en la barra. Era un espectáculo fascinante para aquel Investigador. Se acercó a una mesa vacía y se sentó, mirando a su acompañante.

-Tu pide- Le dijo, mientras de su inseparable maletín extraía una libreta y tomaba notas de lo que veía, ante la mirada de extrañeza de todos los que le habían visto llegar.

*A señas le habla al cantinero, y cuando ya lo ha visto, solo le grita*

-La de los Martes-

*Entre risas haciendo alusión a su nombre y su bebida, que el había creado con mezclas para una embriagez casi instantanea y que pocos aguantan, y también a señas le dice que doble, señalando a Hartmann*

-¿Le gusta lo fuerte, Hartmann? o ¿Prefiere algo ligerito?-

Hartmann soltó una ligera carcajada, reconociendo el reto. Miró fijamente al joven alquimista a los ojos, y habló con su voz recia y decidida de siempre.

-Muéstrame que tienen en el Viejo Nuevo Mundo, amigo mío.-

En ese momento llegó la mesera; una elfa con cuerpo de guitarra, morena y escotada, que les sirvió las bebidas a ambos. El Investigador miró el menjurge casi con un brillo adolescente en sus ojos.

-Gracias Madeleine-

*Y le da una nalgada a la elfa cuando se da la media vuelta*

-Te pierdes, Marte, te pierdes...-

*Contestaba entre risas la chica, con un gesto coqueto y un "Al rato, nene"*

-A ver, Hartmann, esta es una mía, de esta taberna, espero le guste, usted no pregunte, nomás abra la garganta-

*Termina de hablar y desaparece un tarrote de su bebida azul-morado*