¿Quién soy yo? Maldad o Benevolencia -Aure, privado-

La pequeña caminaba sola, suspirando. Miraba las tumbas con cierto desdén, y a la vez, algo buscaba. Pero, ¿Cómo podría saber si ella no tenía apellidos? Se sentó entre dos tumbas; marido y mujer, ella en medio. ¿Serían ellos?. Entonces se miró las manos, y cerró los ojos.

Entonces empezó a recordar...

Había luna llena, y ella estaba tan enfadada. Esos niños... esos estúpidos niños...

-¿Que pasa, cerdita? ¿Ya te cansaste?- Risas, muchas risas.
-Estás tan gorda que no puedes ni correr, ¡qué patética!-

-¡CÁLLENSE!-

-¿Sigues dibujando esas tontas figuras? ¡Esos números no quieren decir nada, son puras tonterías!
-Ya, solo quiere hacerse la lista.- La tierra que pateó borró todos los diagramas. Adiós números, adiós ángulos, adiós hipotético teorema de Pitágoras. El polvo le cayó en los ojos y en la boca, tosió con fuerza.

-¡NO ES CIERTO!- Sus ojitos lloraban más de rabia que por el polvo.

Escuchó varios papeles rasgándose.

-¡No hagas eso, ese libro no es mío!-
-¡Da igual!- Ras, ras. Las letras y los dibujos se partían en pedazos.
-¡Ese libro pertenece a la bibliote...!- Pero un empujón no la dejó terminar.

-Eres solo una estúpida huérfana. Eres fea y gorda, ¡ninguno de esos caballeros se fijaría en ti!-

-Basta...- Su mirada estaba clavada al piso, las lágrimas mojaban la tierra como lluvia.

-Hazte a la idea, cerdita. Estás sola en este mundo.-

-¡Basta!-

-Uy, que miedo. ¿Qué me va a hacer una tonta huérfana como tu?¿Llenarme de sebo y mocos?-

-He dicho... ¡¡QUE YA BASTA!!-

El resto del recuerdo no podía haber sido ella. Era fuerte, muy fuerte... Ágil, inalcanzable... Se miró en una pileta de roca llena de agua.

-¿Qué pasó esa noche?...-

Del otro lado, en el reflejo, dos ojos verdosos la miraban a los suyos. ¿En verdad era ella?

La pequeña se sobresaltó. Sentada como estaba, se abrazó a sus rodillas y dejó salir u nrespingo al ver a aquel extraño. Lo miró rápidamente de pies a cabeza, respirando cada vez menos agitada. Algo en el la tranquilizaba, casi le inspiraba una sonrisa a la infante, en medio de las tumbas de esa pareja desconocida.

-Ho... hola... - Dijo, mirándolo a los ojos. A esos ojos curiosamente cálidos.- Creo... que hice algo malo... Algo muy malo... -

Y bajó la cabeza, mirando a la hierba que crecía entre las tumbas.

La niña lo miró de manera incrédula por un momento. En realidad no quería contarle, pero algo en los ojos de aquel extraño le inspiraban mucha, muchísima simpatía. Algo que no sabía explicar.

-Me llamo Rossy... -Dijo, y suspiró. La punta de su pie se movía nerviosa haciendo semicírculos ahí sentada. Jaló aire para hablar, pero se detuvo y miró de nuevo a aquel extraño. - Pero no se burle... Yo... -

Una brisa susurró entre las tumbas, moviendo la hojarasca, sacudiendo traviesamente los árboles, levantando un poco de polvo; un poco de hombres muertos, hechos polvo.

-Soñé... que me volvía muy fuerte... y mi pelo se ponía de color rubio verde, y mis ojos cambiaban mucho... Y que usaba mi fuerza para vengarme de los niños malos que me molestan en el Orfelinato... - Suspiró hondamente, la congoja se apoderaba de su ser. Hundió la cabeza entre sus piernas, y se abrazó a si misma cuando dijo- Pero ... creo que no lo soñé... esta mañana esos niños estaban muy lastimados... Me asusté y... y vine aquí... -

-¡Si!- Exclamó con un poco de desesperación.- Me da miedo pensar... que lastimé a alguien... -Suspiró, y dijo algo inesperado de una niña de su edad- Aunque lo merecían...-

La pequeña se tapó la boca al oirse pronunciar esas palabras. Bajó cabeza avergonzada, queriendo esconderse entre sus piernas.

-¡Lo... Lo siento! No se que me pasa... desde anoche... no se quien soy en verdad... -

La pequeña empezó a llorar, confundida. Miraba al suelo, donde ya había hecho pequeños zurcos con el movimiento de su pie.

-¿El Hijo de la Luna?- Y sus ojos redondos y cafés se cerraron un momento. Tomó aire y trató de calmar sus sollozos para responder.

-La Leyenda dice que es el hijo de una Gitana y la misma Luna... y que tiene poderes místicos y extraordinarios. Muchos aventureros lo han buscado, pero dicen que nadie... solo uno... lo ha encontrado.-

Eso era lo que habia leído, lo que había escuchado de boca de los juglares. Miró al suelo, donde los surcos hacían un extraño valle de polvo y piedritas.

-Tambien... - Añadió- Cuentan que el puede concederle un deseo, el que sea, a quien sea... pero que es protegido por Cuatro Guardianes...-

Miró de reojo al extraño, y algó en su sonrisa le engendró una pregunta en su mente brillante de niña.

-¿Eso qué tiene que ver con lo que me pasó?... ¿Por qué me pregunta si conozco la leyenda del Hijo de la Luna?-

La niña lo miraba con asombro, su respiración empezó a agitarse poco a poco. La Guardiana de la Luna... ¿Ella? Era imposible. Tan solo...

-Pero... yo tan solo soy una pobre huérfana... ¿Como podría ser yo la Guardiana del legendario Hijo de la Luna?-

Pero ahora no bajó la mirada. Subió la vista hacia la Luna Llena... Hacia la hermosa Luna Llena, que siempre parecía llamarla. Recordó las muchas veces que se escapaba del Orfelinato solo para verla... Recordó a aquella joven de cabellos plateados que había conocido. Recordó al joven español que la había ayudado a salir de aquel extraño bosque, junto con aquel greñudo desconocido. Y sobre todo... pensó en Cassandra, su protectora; la mujer que la había recogido de la calle, la mujer que ella tanto admiraba. ¿Era esta su gran oportunidad de ser la Superheroe de sus heroes?

Entonces recordó... esos ojos color esmeralda que había visto reflejados en el agua... Por primera vez, la pequeña cerró los puños de manera desafiante, y se puso de pie. Miró a aquel enviado del Sol, a sus ojos bicolores.

-Te... te creeré. Pero solo si me puedes probar... que existe algo dormido en mi interior... y que lo puedo dominar para el bien de todos... ¿Puedes probarme eso?-

-¿Dos personas... dentro de mi?- Se tocó debilmente el pecho, mirándose las manos. Suspiró, tratando de reflexionar. Esa ocasión no había sido la única que se había "transformado" en aquel ser de poderes inimaginables, y siempre había sido su furia la que la había despertado.

-... I... In... Insúlteme, por favor- Dijo un poco temerosa, con los puños apretados. Levantó la cara, mirando a aquel hombre de ojos bicolores- ¡Insúlteme, se lo ruego!-

Sus ojos dejaban salir dos gruesas lágrimas, pero en sus pupilas destellaba una extraña ambición, que solo demostraban aquellos eruditos de la ciencia y la magia, a punto de hacer un enorme descubrimiento.

La pequeña cerró los ojos, corrigiendo su teoría de manera mental. El tenía razón... si la insultaba, podría transformarse, pero estaría tan furiosa que no se podría controlar. Respiró hondamente...

Tonta... Estúpida... Jajaja! No sirves para nada! ... No te vayas a tropezar, será difícil pararte si ruedas! ... Eres una tonta huérfana! Tonta Huerfana!!

Apretaba su mandíbula mientras recordaba todas esas palabras hirientes, y las risas burlonas. Su respiración se iba agitando, mientras dentro de si perseguía con su mente ese calor en su pecho... Ese calor omnipresente siempre que la hacían enfadar...

Control... no, deben pagar... control... paciencia... pero esos niños... yo... yoo...

-¡¡Haaaaa!!- La pequeña gritó con todas sus fuerzas, mientras sentía un calor abrazador en su pecho. Por un momento, un aura de destellos dorados y verdosos se desprendió de su cuerpo, haciendo vibrar cada fibra de su ser. Cayó de rodillas, agitada, jadeante.

-...Eso... ¿Eso era? ... -

La pequeña le tomó la mano y se levantó lentamente. Se sentía mareada, casi agotada. Sin embargo, por un momento... Por un breve instante, sintió como si hubiera despertado de un largo sueño.

-Si... me... me imagino que costará dominar... esa... ¿Faceta?- Indagó levemente, buscando en los ojos bicolores del joven si había acertado a la palabra correcta.

Tomó aire y suspiró hondamente, tratando de recuperar aliento. Se sentía terriblemente fatigada, y eso que solo había sido un breve momento. Quizás, como el joven le decía, con un buen entrenamiento podría dominar aquella fuerza dormida en su interior. Fue entonces cuando una idea se le ocurrió.

-¿Me... me enseñaría a controlar esa faceta que tengo?- Preguntó con una curiosa mezcla de timidez y alegría.

Al escuchar esas palabras, la pequeña suspiró, y bajó sus ojos cafés y redondos al suelo. Asintió despacio con la cabeza y dijo en voz baja.

-Si... supongo que... si saben quién soy, me perseguirán para hallar al Hijo de la Luna...-

Había algo de frustración y desgana en su voz. Lo primero que ella quería hacer cuando dominara sus poderes era mostrarle a Cassandra su transformación... Y decirle con una sonrisa que por fin ella era alguien fuerte y prodigiosa, que podía defender a los débiles.

-¿Cuando comenzará mi entrenamiento?- Preguntó la pequeña, mirando de reojo al hombre de ojos bicolor. -¿Me iré muy lejos?-

-Umm... algo así... - Dijo la pequeña, casi como un suspiro. Sus ojitos cafés recorrieron a aquel hombre de ojos diferentes, hasta llegar a su rostro. Su cabeza seguía ladeada hacia el suelo, casi con vergüenza.

-Lo que pasa... es que soy una huérfana... no puedo dejar el Orfelinato así nada más, la señorita Cassandra se enfadaría mucho... además... - Y bajó la mirada al piso- Quería... que por lo menos ella me viera transformarme... siempre he soñado con ser una chica fuerte que defiende a los demás como ella... y quería... quería que viera que mi sueño se hará realidad... -

Rossy era pura inocencia. A pesar de su increible inteligencia, era solo una niña a pesar de todo; era simplemente natural. Tomó aire y valor, pero habló con timidez.

-Po... podría adoptarme, señor... Si me adopta... entonces podría llevarme a entrenar sin problemas... Pero quiero pedirle una cosa... - Una sola cosa...

La pequeña bajó la cabeza al escuchar que no sería adoptada. Ella estaba tan deseosa de salir de aquel Orfelinato donde solo recibía regaños e insultos... Y saldría, pero no de inmediato. Tomó aire, con unas pocas lágrimas en los ojos y miró a aquel joven de ojos bicolores.

-Lo que quiero pedirle... Es que... Cuando logre dominar esta faceta, me permita mostrársela a mi tutora... Se que es muy difícil de conceder, pero de verdad quisiera mostrarle que soy muy fuerte... que tengo un gran propósito y que no soy solo una huérfana gorda e inutil...-

¿Cómo era posible que una niña, de apenas diez años, pudiera hablar con tanto desprecio hacia si misma? ¿Hacia todo?

-Es lo único que le pido, señor... Entréneme, pero antes de irnos, déjeme despedirme de la Señorita Cassandra... ¡y demostrarle lo fuerte que soy en realidad!-

Pero incluso en todo su odio, seguía siendo una niña...

-¿Hermano?... - Dijo lentamente, tratando de visualizar aquello. Conocía el término, pero nunca pensó experimentarlo. Había algo más que le llamó su atención, pero no le causó mucha sorpresa. Después de todo, Cassandra no solo era fuerte y bonita a sus ojos, sino tambien famosa por hacerle bien a todos. Y pronto... pronto ella tendría el poder de hacerlo tambien. Rossy le sonrió y lo miró con sus ojos cafés y redonditos.

-¿En serio hablaría con ella? Es un poco gruñona, pero es buena... espero que pueda comprenderlo... -

Entonces... Si, apenas entonces, a causa de todas las emociones que había sentido en tan poco tiempo, se dió cuenta de algo crucial.

-Disculpe... pero... - Y le apenaba mucho preguntarlo.- ...Usted... ¿Co-cómo se llama? -