Renais, el nuevo tíbet [Kalimán, Sho, libre]

Era una mañana fría en los altos riscos que rodean Renais. Desde la cima de las rocas, se alcanza a divisar el Bosque Laberinto, la ciudad en sí y el hermoso Lago de Cristal. El viento sopla con gentileza, mientras que las águilas surcan los cielos, buscando alimento para sus polluelos.

Tras un arduo entrenamiento y varios predicamentos en la montaña, Sho se encuentra libre una vez más. Observando el amanecer, piensa cuál será su siguiente destino. No pudo deshacerse del espíritu que lleva como parásito, así que piensa con calma qué hará de ahora en adelante. Al menos pudo aprender un nuevo conjuro, aunque no sabe si eso le será de utilidad alguna vez.

La concentración del muchacho es interrumpida por una voz. ¿Quién iba a estar a miles de metros sobre el suelo a estas horas? Aparte de Shinjo, claro. Curioso por la identidad del individuo, el muchacho se acerca un poco a mirar. Vestido totalmente de blanco y con un turbante en su cabeza, un corpulento hombre se encuentra murmurando algo mientras estudia la escasa vegetación del lugar. ¿Un investigador tal vez?

Por aquel inhospito paraje, una silueta blanca se confundía entre la nieve. Los azules ojos de Kalimán analizaban el paraje mientras andaba entre las rocas de aquel risco, al borde de un barranco casi infinito. Su semblante de paz lo hacían parecer una persona que pudiera cruzar el mundo a pie.

-Ha pasado mucho tiempo sin recorrerr estos caminos... Prronto estarre en el Monasterrio-

Decía para si, con una sonrisa dibujada en su rostro de asombrosa belleza varonil. De pronto, con una premonición, se percató de que no estaba solo. Alzando la vista, divisó a aquel joven de ropajes desgarbados y largo cabello enmarañado. Alzó la mano en un saludo.

-Buenos días, joven... ¿Se encuentrra usted perrdido?- Dijo con amabilidad.

Si estar perdido por la vida cuenta, supongo...

El acento del sujeto ciertamente era curioso. Al menos Shinjo se podía confundir entre los locales, pero este tipo tiene escrita la palabra "forastero" en su frente, justo debajo de la gema en su turbante.

Es raro ver a alguien por estos lares, más aún caminando en dirección contraria a Renais...

Sho señala bajo el risco.

Si lo que buscas es la ciudad de los orejones, está allá abajo...

Sí. Orejones = Elfos. La lengua de este muchacho suele ser filosa.

Kalimán rió mientras miraba al joven. Sin duda se había topado con una persona curiosa.

-A decirr verrdad, joven, vengo de visitarr a algunas amistades, todos ellos eh... "Orrejones", como les has llamado- Dijo sin perder su risa serena y franca.

-En estos momentos me dirrijo hacia un Monasterrio localizado algunos kilómetrros al interrior de estas cordillerras. Si has ido a lo prrofundo de las montañas, es posible que lo hayas encontrrado.-

Kalimán anduvo hasta estar cerca de aquel joven, a quien miró a los ojos y le extendió su mano de forma amistosa.

-Mi nombrre es Kalimán... ¿Cual es el tuyo, joven viajerro?-

Sho estrecha la mano del extraño para compensar un poco la falta de cordialidad en su rostro.

Sho... Sho Shinjo... No tenía idea de que hubiera un monasterio cerca...

Los monjes eran sabios. Conocían muchas cosas de distintos lugares. Tal vez era lo que necesitaba.

¿Te importa si te sigo a ese sitio...? Ando investigando unas cosas, y posiblemente los monjes sepan algo...

Quería deshacerse del demonio que lleva dentro. No por él, si no por todo lo que causa. A pesar de ser un descuidado, tenía sus razones para no querer morir aún, y agotaría todas las posibilidades antes de decidir morir junto a su parásito.

Kalimán le ofreció una sonrisa amistosa, y le dijo con voz serena.

-Me parrece perfecto. Los monjes son personas muy amables que dan la bienvenida a cualquierra que los visite, siemprre y cuando vayan con.. buenas intenciones-

Kalimán comenzó a andar por una ladera de aquel risco, donde el viento ululaba entre las piedras, como un llamado a todos los seres vivos para que escucharan a la madre tierra.

-Es porr aquí, mi joven amigo, perro le advierrto que el camino es un poco escarrpado y quizás le sea difícil andar por estos párramos.-

Su rostro de asombrosa belleza varonil no perdía por ningún instante ese aire de confianza y amistad hacia aquel joven, a quien apenas había conocido.

Siempre y cuando sea más pasable que el Infierno, cualquier lugar está bien...

El tono del muchacho siempre era frío, pero no se sabía si bromeaba o lo decía en serio. Aunque eso debía ser una broma, alguien que hubiese estado en el Infierno no debería haber podido salir a contarlo.

¿Eres proveniente de ese monasterio...? Por tus modos deduzco que lo eres, pero tu vestimenta no es propia de un monje... Supongo viajas mucho...

Lo que le llamaba la atención era la daga que Kalimán llevaba en su cintura. Pequeña pero mortífera, ideal para viajar.

-Así es en efecto- Dijo Kalimán, con una amplia sonrisa en su rostro.- Ni mi vestimenta ni mi gusto por el viaje son prropios de los monjes de esta región.-

Haciendo gala de su agilidad, escaló sin problemas las rocas escarpadas de aquella región. El ácido comentario sobre el infierno que había dicho aquel joven viajero no le incomodó en lo absoluto, ni su extraña frialdad. Con una suave risa, Kalimán dirigió su mirada hacia Sho.

-Ciertamente esta región es sumamente inhóspita, pero si ha llegado hasta aquí supongo que tendrrá las fuerrzas parra llegar hasta el monasterrio. Apurremos, si se nos hace tarde, los monjes cerrarrán las puerrtas. Y una vez cerradas, no abrirrán hasta el amanecerr... Y no es buena idea pasar la noche es estos lugarres.-