Un gran cielo celeste hasta donde el ojo podía ver, acompañado de una intensa brisa marina y del sonido de las ola que esta causaba con su soplar, arena dorada y fina, recorrida constantemente por pequeños crustaceos y tortugas marinas, además de gaviotas llevadas por el intenso viento marino, en fin, un paraíso, tal y como se lo habían dicho,. Aquella figura recién llegada observa la belleza del lugar, cubriendo la parte superior de su limitada vista con la palma extendida de su diestra “ woooaahh, de verdad es hermoso” comenta Miriya para si misma y para su acompañante, la asombrada lycan usaba esta vez sobre su atlética pero aun feminina figura un traje de baño negro de dos piezas, una toalla verde amarrada a la cintura, que le llegaba a las rodillas, y una pequeña capa afelpada (claramente de piel) a su costado izquierdo cubriéndole completamente su brazo izquierdo, cargando una sombrilla grande. “Te parece si nos acomodamos aquí?” dice su acompañante, un tipo alto y fornido, de barba y bigote de candado, cabello negro y largo y multiples cicatricez de batalla, usando una camisa de manga corta abierta, naranja y con adornos en forma de palmeras, shorts azules y anteojos oscuros para sol, cargando en un brazo un gran costal ya su espalda una especie de asador en forma de mesa. “Genial, Spiegel” responde la lupina al momento que clava la sobrilla que cargaba a la arena, abriéndola una vez se fijo lo suficiente, es en ese entonces que deja ir también la capa afelpada, para poder acercarse un poco mas al gran cuerpo de agua conocido como “mar”.
“Jamas había visto algo como esto” piensa para si misma, puesto que su clan residía en las altas montañas del norte, recubiertas de espesos arboles y vasta fauna, aun asi el clan era activo durante la noche principalmente, por lo que ese nuevo paraje a plena luz del dia era de lo mas nuevo para la “forastera”.
"Estas seguro que tu amigo nos verà aquí?” grita a su acompañante, que se encontraba colocando la mesa-asador, echándole leña con la intención de iniciar el fuego con el cual cocinarían sus alimentos. “Si, después de lo ocurrido en Iraianades, quedamos en desquitarnos de alguna forma, además, me debe la revancha” responde, agregando una sonrisa maliciosa al mencionar lo ultimo, recordando como lo había hecho escupir la cerveza en la taberna con sus ocurrencias en aquella ocasión.
“Ya veo” agrega la Lycan, al momento que regresa su vista al mar, el cual mediante su brisa hacia ondear su ahora suelto cabello purpura y cerrar su única orbe funcional.