A Moment... -Privado: Aüre.- [R+18(?)]

El dolor y el susto que le había producido la penetración del dedo de su maestro iba pasando lentamente al ritmo que ella se serenaba y se acostumbraba a ser tocada en el interior de su ser. Las dulces palabras de su maestro la relajaron, casi la derritieron por ese tono de voz tan tierno y cariñoso que siempre usaba con ella, incluso cuando entrenaban. Se sentía un poco mimada por ello, pero le gustaba. Le gustaba sentir ese cariño por parte del lobo; todo eso bien valía la pena por la tortuosa infancia que había tenido que soportar. Y pensar que su cuerpo, que para ella era fofo y repulsivo, había empezado a madurar de esa manera tan atractiva por el constante adiestramiento y cuidados que Aüre tenía con ella. En verdad lo amaba.

-Si, Aüre... Hazlo.- Le dijo, sintiendo ya cómo otro de sus dedos amenazaba con entrar. Cerró los ojos gimiendo por el placer que le provocaban los juguetones movimientos de los dedos de Aüre. Con un sólo dedo sentía un placer espléndido, con dos debería ser aún mejor. Aunque le asustaba un poco la idea de que volviera a dolerle, pensaba resistirlo hasta que pasara. Si había soportado el dolor de romperse un brazo entero, eso no sería nada... En teoría.

Entonces, el lobo se abrió el pantalón, y para asombro de Rossy su maestro no llevaba nada debajo. Por lo menos ella se había dado a la tarea de coserse algunas pantaletas cuando sus caderas empezaron a ensancharse. Pero si lo pensaba, hacía lógica; siempre que Aüre se transformaba reventaba su ropa, así que eso quizás era lo mejor... Aunque la ausencia de ropa interior no fue lo que llamó más su atención, sino el falo del licántropo, erguido y duro. La imagen de su desnudez le daba una mezcla de asombro, pudor y excitación. A esas alturas ya se imaginaba a qué lugar de su cuerpo correspondía esa pieza de su amado, y se preguntó por un momento si cabría sin problemas o si le dolería de nuevo. Aún gimiendo por el jugueteo de los dedos de Aüre, abrió el compás de sus piernas para hacerle espacio y dejarlo poseerla. Sabía que a ella también le tocaba desnudarse por completo y entregarle su cuerpo como el estaba por hacer... Pero quería que fuera Aüre quien la desnudara, sonriéndole entre gemidos de placer y caricias a sus hombros y su pecho.

La joven daba largos y tenues gemidos al sentir como su amado la masturbaba con sus dedos. El dolor se había disipado casi por completo, dejando las puertas abiertas al placer carnal que hacía vibrar su cuerpo y su ser. De pronto lo sintió detenerse, y mordiéndose el labio lo miró lamerse los dedos, empapados de sus jugos íntimos. Ese acto le provocó un poco de pudor, el cual se transformó en agrado al ver la expresión de deleite en el rostro del licántropo.

Lo sintió desnudarla con una lentitud fatal, haciendo del momento una aparente eternidad. Rossy podía sentir los latidos de su corazón, golpeando su pecho con tanta violencia que parecía que quería salirse de su pecho. Al ser despojada de la prenda, quedó desnuda, con los labios suaves y tersos de su sexo ligeramente enrojecidos por los juegos de placer que le había practicado el licántropo, y un minúsculo hilito de sangre de lo que estaba por dejar de ser la virginidad de la chica. El vello púbico era casi inexistente, mostrando aún más expuesta la íntima pureza de la joven saiyajin, la cual ya estaba jadeante y ansiosa. Ya anticipaba que era lo que venía a continuación, lo deseaba con todo su ser; en ese momento, bajo el susurro del viento que batía la nieve fuera de la choza, no había nada más importante para Rossy que ser una con Aüre, en alma y cuerpo.

Lenta y deliciosamente sintió como su amado se posaba sobre ella, frotando ese falo contra los carnosos pliegues de su sexo, provocándole un placer ansioso, una gana tremenda de que la poseyera. Lo tomó del rostro, plantándole otro largo y apasionado beso, tras el cual cerró los ojos, tragándose todo su pudor y timidez.

-Hazlo, Aüre... Lo deseo, lo necesito... Quiero ser tuya y de nadie más. Ámame esta noche como si fuera eterna... Hazme el amor.-

La joven suspiró profundamente tras decir esas palabras que habían nacido de lo más profundo de sus deseos y su amor. Se abrazó tiernamente a su cuello al sentir cómo su amado la abrazaba también, cerrando los ojos y esperando la entrada de su miembro en ella y la aniquilación de su virginal pureza. Dejó salir un ligero quejido de dolor sin poderlo evitar, y luego de eso respiró profundamente. Entreabrió los ojos, de los cuales sin darse cuenta resbalaba una lagrimita por la punzada que sentía. Miró los ojos de su amado con un detenimiento eterno; siempre le había fascinado como uno era azul y el otro amarillo. Y estaba igual de rojo que ella. El dolor iba menguando poco a poco, hasta llegar al punto en que no existió más, tan sólo la placentera sensación de aquel falo en el interior de sus estrechas y húmedas paredes.

-Ya... Ya no duele, puedes empezar... Mi amor...- Le susurró, aventurándose a llamarlo de esa manera. Y al punto, Aüre comenzó a moverse lentamente, de adelante hacia atrás, poseyéndola profundamente. Los gemidos del lobo agudizaban sus sentidos, ya de por si despiertos por el placer; la hacían excitarse y desearlo más. Lo abrazó suavemente por las caderas con sus largas y blancas piernas, rozando sus muslos contra su piel y entregándose por completo al placer que le provocaba el acto. Gemía sin poder controlarse, era un placer demasiado grande y una felicidad muy intensa. Buscó sus labios, acarició su espalda, su torso, sus cicatrices, su cara...

-¡Aüre!- Gimió sonoramente su nombre, sintiendo el vaivén de sus pechos al mismo ritmo de los movimientos de su adorado maestro. Sus pezones, erguidos por el placer del acto, se rozaban contra el pecho marcado y atlético de Aüre, y aún entre gemidos lamió los labios ajenos. Empezaba a entender el sexo, a comprender de qué se trataba... Robó otro largo y dulce beso de la boca de su maestro, aferrándose a su espalda rígida y bien formada, y empezó a mover también sus caderas, volviendo más profunda y estimulante la penetración para ambos, gimiendo con un placer tremendo, mucho más allá que el que le había producido al jugar con sus pliegues y su botoncito o incluso la penetración con sus dedos. Cada jadeo iba acompañado con un vaho por la temperatura del ambiente, que iba bajando más y más conforme arreciaba la tormenta. Pero Rossy no sentía frío; al contrario, tenía tanto calor que sentía que iba a derretirse.

La joven gemía más intensamente, entregada por completo a las embestidas de su maestro. Lo sintió estrecharla hacia el, a lo que contestó de la misma manera, buscando su cuerpo; adoraba la calidez que desprendía, la hacía sentir consentida, protegida. El movimiento de las caderas ajenas en su interior la embriagaba de placer, la empujaba a desear que no se terminara nunca, que siguiera así, que le hiciera el amor por toda la eternidad; se sentía tan feliz de que Aüre la estuviera poseyendo, de que la amara y la arropara de esa forma, le entregara su cuerpo y su deliciosa calidez. Nunca había sido tan feliz en su vida, y sin poder evitar derramó otra lagrimita, pero esta vez lloraba de felicidad.

-¡Te amo, Aüre!- Exclamó entre gemidos, sonriendo y llorando de tanto gusto que sentía. El placer empezaba a convertirse en euforia, despegando sus sentidos de la realidad que estaba viviendo a una mucho más vívida e intensa. Las paredes de su intimidad aprisionaron el duro falo del licántropo, apretándose al momento en que la chica experimentaba otro intenso y placentero orgasmo provocado por los recios movimientos de Aüre. Rossy lo abrazó con fuerza, incapaz de hacer algo menos que gemir y dejar ir varios grititos de placer, apretando los dedos de sus pies blancos y desnudos. Robó otro beso de los labios de su maestro, apretando los párpados de sus ojos, mostrándole una pasión desinhibida con ese acto.

-¡No pares, Aüre, por favor no pares!- Le rogaba, aún presa del enajenante placer que le provocaba el orgasmo. Estaba sudando copiosamente, como víctima de una fiebre mortal; una fiebre que la hacía feliz, que la hacía sentir absolutamente bien. Una intensa descarga de placer la obligó a arquearse hacia arriba, apretando con una mano la gruesa piel de oso, y poniendo sus pechos redondos y juveniles a merced de la vista del lobo, justo frente a su rostro. La joven saiyajin abrió un ojo, mirando al rostro a su maestro y sonriéndole un poco, casi con un dejo de sugerente picardía.

La joven gemía con fuerza incapaz de contenerse, el placer era tanto que muy apenas podía aguantarlo sin que su cuerpo reaccionara por si solo con ligeros temblores y espasmos al momento que otro orgasmo la hacía sacudirse por completo. De su sexo escurrían los tibios líquidos de la chica, empapando el falo de su amado maestro, el cual no dejaba de entrar y salir con frenesí de ella.

-¡Aüre, Aüre!- Gritaba apretándolo contra ella en un ceñido abrazo. Su piel ardía y estaba empapada de sudor. Cerró los ojos sintiendo que empezaba a desvanecerse en brazos de su maestro, quién la poseía con fuerza, le hacía el amor con una pasión tan grande que la llenaba de felicidad. Entreabrió apenas un ojo, y entre gemidos habló al oído del licántropo.

-Ya... Ya no puedo más, mi amor.- Dijo en un jadeo lleno de placer, su cuerpo le temblaba mucho y se sentía cansada, más cansada de lo que había quedado después de cualquier batalla que hubiera tenido en el pasado. Esto era diferente, muy diferente a todo lo que ella jamás había vivido o imaginado. Y le gustaba.

-Te amo, te amo... - Musitó entre gemidos, abrazándolo con las pocas fuerzas que le quedaban y sonriéndole, uniendo sus labios con los de el en un largo beso de amor.

La joven sintió los últimos empujones de su amado dentro de ella, y que luego salía lentamente, vertiendo un espeso líquido blanco sobre su vientre y uno de sus muslos. Rossy jadeaba despacio mirando esa sustancia, pero dejó de prestarle atención cuando Aüre se acostó a su lado abrazándola. Ella respondío acurrucándose en su pecho y dándole otro besito, ahora suave y cariñoso.

-Te amo tanto...- Le dijo en un profundo suspiro de satisfacción y gozo. Estaba agotada, completamente agotada. Sus ojos se le cerraban mientras se ceñía más al cuerpo del licántropo, inundándose de su aroma y su calor. -Te amo... Te amo... - Repitió un par de veces más antes de quedarse profundamente dormida con una sonrisa en los labios. Al día siguiente le preguntaría con detalle acerca de todas las cosas que había experimentado, pero ahora lo que quería era descansar al lado del hombre lobo que tanto ama.

y despues, solo silencio..
El licantropo se quedo de esa manera, abrazandole, apegandole a el, como si su vida dependiese de ello. Aunque claro ese siniestro e incomodo silencio se vio opacado por el sonido del viento chirriante de afuera a causa de la tormenta. Ni cuenta se habia dado, lo bueno es que el fuego del lugar no se habia consumido...
Se irgio unos instntes, solo para levantarse y traer unas cuantas sabanas, seguro la menor recentiria el calador frio luego, por el, como se habia mencionado anteriormente no habria problema, habia nacido en esas montañas el frio no era nada y menos al tener una temperatura corporal a la de cualquier ser humano.

Una vez mas y con una ternura y cuidado casi ajenos al tosco y bruto licantropo, le atrajo hacia el, rodeandole con sus brazos, de momento no habia cupo par arrepenimientos, o regaños del "otro" licantropo, que se esperase a otro dia, de momento lo unico que queria hacer era dormir placidamente durante toda la noche, sin ningun pesar y ningun recuerdo maldito de ninguna indole... ya mañana seria otro dia.
Tras dar un pequeño y fugaz suspiro, finalmente, el sueño lo consumio.