Ganandose la vida [libre]

Sobrevolaba por la ciudad, junto a su inseparable compañero “vylia” un gran halcón peregrino de color negro, justamente del mismo color de sus alas. Fue cuando su atención fue acaparada por algo increíble.

-¡Woa!- Exclamo el bardo, mirando precisamente lo que parecían ser los restos de un dragón. Y no de uno cualquiera, sino un dragón anciano por el tamaño de aquellos huesos. De un ágil giro descendió, aterrizando justamente enfrente de aquella osamenta, examinándola con curiosidad.

No parecía estar acomodada de tal modo, sino mas bien parecía que la bestia había perecido en ese mismo lugar, y ya llevase buen tiempo ahí, aunque sus restos se conservasen en buen estado. Y que el tabernero llego y le pareció una magnifica idea transformar aquello en una taberna. Vaya, que buena idea había tenido, reconocía que había sido original.

Probaría suerte, asi que saco su lira de su mochila, el halcón se paro su hombro. Si bien, un bardo es algo muy común en aquella clase de lugares, no parecía haber alguno en ese momento. ¡Perfecto! Todo estaba listo.
Se sitio en medio de un pequeño escenario, convocando a aquellos pequeños fantasmas que le ayudaban con su musica. Afino su instrumento tomando algo de aire y comenzó a cantar con una voz fina y melódica:

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No había mejor lugar que las tabernas en las noches cálidas de la primavera para encontrar una presa dispuesta a arrojarse en brazos a una mujer bella. No había mejor que encontrarse con una tal presa que no diera crédito al peligro encerrado dentro de la misma belleza.

Theresus había amanecido junto con el final del crepúsculo. Podría decirse, incluso, que había despertado temprano aquél día para aprovechar la noche todo lo posible. Había matado apenas la noche anterior, por lo que la sed no la atormentaba. Era más bien un simple cosquilleo en el fondo de su garganta, sólo un par de tragos aquella noche bastarían..

La bella mujer se encontraba sentada al fondo de la taberna, parcialmente cubierta por sombras como era su costumbre, analizando a cada uno de los presentes en aquél establecimiento. Los distintos aromas de su sangre y vida llegaban hasta ella revueltos mientras ella revolvía un trago con un palillo. Un bardo había hecho su entrada "triunfal" al lugar. Una sonrisa iluminó su rostro.

Tomando el trago con ella, caminó hacia una de las pocas plazas libres en la barra, más cerca del pequeño escenario, se sentó cruzando las piernas y dirigió una mirada dulce y amable al bardo que terminaba su primera canción.

La dama se puso de pie, dejando su bebida, que no había sido siquiera tocada, en la barra y caminando hacia el joven alado. Aquella sonrisa no había conseguido desertar sus labios aún, y la mirada que dirigía al joven era tan profunda como antes.

- Permíteme felicitarte por tan bella obra- dijo con aquella voz dulce, una voz que parecía ser entonada por el tintinear de suaves y campanas - He de admitir que he presenciado varias y esta es la primera que me ha realmente conmovido-

Mentira usada y siempre útil. Sus labios hablaban aquello con tal convicción que nadie, ni con magia alguna, habría sido capaz de encontrar en aquellas palabras la falsedad. Posó su mano levemente sobre uno de los hombros del chico. El aroma de su sangre era fuerte y embriagador pero la vampireza sabía controlarse. Siglos de práctica le habían donado al menos aquello.

- Por favor, déje que le invite un trago- continuó, su mano fría como el hielo aún sobre su hombro - Después de esa maravillosa presentación es lo mínimo que puedo hacer-

- Y qué será?- preguntó haciendo una señal al cantinero, quien posiblemente ya se daba una sospecha muy cercana de lo que solía sucederle a ciertos clientes que salían con ella y nunca nadie los volvía a ver. Esta vez, sin embargo, no sería siquiera necesario salir del lugar. La vampireza no tenía verdadera sed, podría decirse más bien que se trataba de un antojo mundano.

El cantinero miraba de reojo al artista, preguntándose si quizá debería advertirle al chico inocente sobre las posibles consecuencias de acercarse a esa mujer que él ya consideraba un mounstro.

- Para mi será otro Bloody Mary- ordenó con una mirada sombría que rápidamente hizo cambiar de opinión al cantinero. Después de todo era problema del viajero y él no perdería su vida a causa de un desconocido, cierto? - Para usted...?-

Tanteó de nuevo la joven, con una sonrisa dulce que cuidadosamente ocultaba sus colmillos superiores, ligeramente más largos y afilados de lo normal. Siglos de práctica la habían echo ya experta en aquél arte.

Una cascada dulce adornó la taberna, captando la atención de alguno que otro de los presentes. Tal como indicaba el joven no era común ver a damas por aquellos lares y mucho menos escuchar una risa tan simple e inocente como aquella.

- Te sorprenderías de saber cuántas veces me han preguntado lo mismo- explicó al chico, antes de que la tomara por loca, y recordando los mismos diálogos monótonos que solía recibir de sus presas - Pero para ser justos debo darle la razón, no es común de una dama encontrarse en las tabernas. Pero tengo por punto débil las canciones de los bardos, y pocas veces puedo escucharlos cantar fuera de estos lugares de mala muerte-

El cantinero les entregó sus tragos, dando una última ojeada a la bella dama y a su extraño y desafortunado compañero de copas antes de dar media vuelta y entablar una discusion con uno de los varios clientes. La mano fría y pálida de la jove se deslizó suavemente por la mesa hasta descansar sobre la del bardo. Una pequeña sonrisa inocente curvaba los labios de la chica que pretendía interés en su bebida.

- Y que hace un personaje tan curioso y talentoso en esta vieja cantina?- preguntó finalmente mirando con una sonrisa pícara como el nível de su bebida bajaba tan pronto de su vaso.

Su voz era seductiva y dulce, suplicaba que confiaran en ella y la protegieran de cualquier mal que podría alcanzarla. Incluso su figura parecía demandar los más mínimos cuidados para evitar que se rompiera en dos. Una bella estatua de mármol en vida.

Su mano entonces acarició suavemente la de él, un movimiento bien estudiado y medido. Todo pertenecía a un arte irresistible. El arte de la seducción, el utilizar las sensaciones corpóreas para volver a una persona totalmente dependiente de quien se atreviese a conjurar aquellos poderes terrrenales, y en opinión de muchos, paganos. Su otra mano sujetó su Bloody Mary que llevó a sus labios los cuales pretendieron beber del vaso un pequeño sorbo.

Sus labios esbozaron una sonrisa dulce y atractiva a quienes la miraban, una sonrisa que duro tan solo unos segundos antes de que sus labios carmesís tocara nuevamente el borde del vaso donde contenía su bebida. Como si el "beber" seguido obligase al chico a hacer lo mismo de manera inconsciente.

- Tu vaso esta casi vacío- observó la vampireza, el vaso realmente a la mitad de su capacidad - Eso no es del todo aceptable- Su tono era dulce a pesar de la manera en que sus palabras descifraban un orden que en otras ocasiones y bajo otros oídos sería terriblemente cortante - Cantinero, traiga una botella de ese Jack Daniels, la cuenta es a mi nombre-

El hombre robusto interrumpió su conversación con un murmullo incomprensible de palabras seguramente altisonantes que describirían a la bella mujer, ella bien las escuchó pero pretendió no hacerlo. Con un escalofrío que le recorrió toda la espalda dejó la botella deseada sobre la barra y se retiró de nuevo. Theresus entonces tomó la botella y sirvió a su invitado hasta llenar nuevamente el recipiente.

- Y digame, aventurero, cuál ha sido hasta ahora la visión más bella que ha tenido en sus viajes? Si tuviera que recomendarle a esta, su servidora, un lugar que debe visitar antes de morir cuál sería?- Su voz era melodiosa, casi como la seda sus ojos se mantenían firmes con un brillo jugueton dandoles vida propia.

La vampireza miro al chico con inocencia. Quizá debería trabajar en el negocio del teatro... siempre había sido sencillo para ella demostrar emociones que en realidad no sentía con tal convicción que todos terminaban por creer en lo que veían. Incluso una vez su Sire había creído que veía lo que la joven en realidad sentía y había terminado en una trampa. Una de las razones por las que aquella bella mujer había terminada encerrada en un largo sueño voluntario, para evitar la ira de aquella gran vampireza.

- Simplemente curiosidad- respondió alizando con ambas una mano unas arrugas de su falda y bajando la mirada al hacerlo. En el mismo movimiento en el que dejó su mano nuevamente sobre la mesa rellenó el vaso del joven que acababa de tomar. Una fuente infinita.- Si yo pudiese viajar tanto como usted, con esas alas tan asombrosas... no se si podría referir las maravillas del mundo en tan sólo un par de lugares, por bellos que sean-

La vampireza se había acercado sútilmente hacia el joven, a tan sólo unos momentos de romper lo que generalmente se conoce como espacio personal.

La vampireza le dirigió una sonrisa radiante y coqueta, bebiendo un pequeño trago para aclarar su garganta.

- Podría decirse que provengo de muchos lugares... No soy precisamente el tipo de mujer que se queda en un sólo lugar por demasiado tiempo- murmuró - Sin embargo, debo admitir que me es mucho más difícil trasladarme a pie y con la guardia alta en caso de toparme con algun hombre que no tenga buenas intenciones-

Levantó su vaso al aire, en manera de brindis, esperando que el joven la imitara.

- Propongo un brindis por las maravillas de nuestro mundo-